A poco que uno dispone de los medios para instalarse una, lo cierto es que pocos pueden resistirse al placer de contar con una pileta privada. Y, en todo caso, siempre queda el recurso de utilizar las de uso público. Porque, lo que está claro es que pocos placeres hay comparables a una jornada estival al borde de una pileta.
Refrescarnos, divertirnos y pasar una jornada de ocio con los nuestros es un plan perfecto, en el que no hay sitio para molestias y consecuencias negativas en nuestro estado de salud. Por eso, hay que asegurarse de que la pileta que usamos está en perfectas condiciones higiénicas. En el caso de las públicas, es responsabilidad de sus gestores y de las autoridades competentes que imponen la normativa a cumplir. Pero, en el de las privadas es una tarea de la que debe ocuparse cada propietario.
Clave del mantenimiento de piletas: la constancia
No se trata de una tarea compleja pero sí requiere una actitud responsable, en la que la constancia es la clave para que no haya fallos. Y, esa responsabilidad implica el uso de los productos adecuados, siempre comprobando que cuentan con la homologación y certificación correspondiente.
Para no equivocarnos ante la enorme oferta de productos comercializados, es esencial que tengamos claro cuáles son los imprescindibles. Siempre debemos contar con cloro,
reguladores del pH,
alguicidas y floculantes. De esta forma, todos los posibles problemas estarán bajo nuestro control.
Hay fabricantes que ofrecen fórmulas combinadas en las que están presentes varios de estas sustancias en un solo producto. Podemos consultar con nuestros suministradores de confianza sobre el que más conviene a nuestra pileta.